La frase «no solo de pan vivirá el hombre» es conocida principalmente por el relato de la tentación de Jesús en Mateo 4. Con esa frase, Jesús expresó la importancia de alimentar nuestro espíritu. El ser humano es cuerpo, alma y espíritu, y debemos cuidar y alimentar todo nuestro ser, no enfocarnos solo en las necesidades físicas.
En Mateo 4 vemos que el Espíritu Santo había llevado a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. Como es de esperar, Jesús tenía hambre después de ayunar 40 días y 40 noches. El diablo aprovechó esa circunstancia para tentar a Jesús. Lo animó a que, si de verdad él era Hijo de Dios, le dijera a las piedras que se convirtieran en pan.
Jesús le contestó usando las palabras de Deuteronomio 8:3. Le dijo al diablo:
«Escrito está: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”»(Mateo 4:4).
Con esa contestación, Jesús dejó algunas cosas claras:
- Él no iba a caer en la trampa del diablo: El diablo apeló al orgullo de Jesús. Le dijo, «si eres Hijo de Dios», tentándolo a probar su divinidad. Tanto el diablo como Jesús sabían muy bien que Jesús es el Hijo de Dios. Jesús no le siguió el juego al diablo de intentar probar quién era. El diablo no tenía ningún derecho a cuestionar su identidad.
- La obediencia de Jesús era para el Padre: Jesús no haría nada para complacer, obedecer o convencer al diablo. Él vino para hacer las obras del Padre (Juan 5:19). Su misión era salvar al mundo del pecado y librarlo de los engaños del enemigo. Nada ni nadie lo haría desviarse de ese plan.
- Su sustento principal venía de Dios: Lo material, el pan, no era lo más importante para Jesús. Sí, como todo ser humano, él necesitaba comer. Pero, no se enfocaba solo en sus necesidades físicas. Su verdadera fuerza y su poder venían de Dios Padre. Las palabras de Dios tienen verdadero poder para crear, transformar y sostener la vida de todo lo que existe.
¿Qué relación hay entre el texto de Mateo y el de Deuteronomio?
Jesús, al contestarle al diablo durante la tentación, citó el capítulo 8 de Deuteronomio. En ese capítulo, Moisés hablaba con el pueblo de Israel, pues estaba preparándolos para entrar a la tierra prometida. Los animó a obedecer a Dios, pues Dios bendeciría esa obediencia.
Moisés le recordó al pueblo los milagros que habían recibido de Dios durante los 40 años que vagaron por el desierto. Uno de esos grandes milagros fue el maná, el alimento especial que Dios les envió del cielo para sostenerlos durante el peregrinaje.
Fue en ese momento que Moisés dijo:
Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.(Deuteronomio 8:3)
Tal como el pueblo de Israel había sentido hambre mientras vagaba por el desierto, así mismo Jesús debía sentir hambre luego de pasar 40 días de ayuno. Sin embargo, Dios no dejó a su pueblo abandonado sin provisión. Él les proveyó sustento a través del maná, un alimento nuevo que caía directamente del cielo. Y lo hizo para afirmar que él era el proveedor y se ocuparía de todas sus necesidades.
Jesús conocía muy bien el poder de Dios que le había provisto al pueblo de Israel el maná en el pasado. Sabía que, con una sola palabra, Dios podía proveer alimento físico. Pero él también conocía la gran fuerza creadora de la palabra del Padre no solo en lo físico, sino en lo espiritual.
Lo que sale de la boca de Dios, su palabra, tiene poder. Fue con su palabra que Dios creó todo (Génesis 1). Es con su palabra que Dios nos sostiene, nos anima, nos da vida y nos fortalece (Ver, por ejemplo, el Salmo 119:116, Hebreos 1:1-4 y 2 Timoteo 3:16-17).
Podemos ver, pues, que con su palabra Dios provee tanto el alimento que necesitamos como todo lo que necesitan nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu. Dios es el único que puede suplir TODAS nuestras necesidades y lo hace hablando palabras de amor y de provisión.
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