El Tiempo de Dios es Perfecto – Reflexión Lucas 2:1-7

Esta reflexión te dará una explicación sobre el significado de la palabra en Lucas 2:1-7, de como en el Tiempo de Dios se llevo a cabo su promesa y como llevará a cabo el cumplimiento de sus promesas en tu vida.

El Tiempo de Dios – Lucas 2:1-7

Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

Lucas 2:1-7

El Tiempo de Dios es Perfecto – Reflexión en Lucas 2:1-7

En este evangelio escrito por Lucas, el autor narra un hecho de la historia mundial porque su audiencia era principalmente personas griegas convertidas al cristianismo y familiarizadas con la situación política de aquella época.

Lucas resalta como Dios estaba interviniendo en el tiempo, usando al gobernador del imperio romano Augusto César, para llevar a cabo la promesa dada por sus profetas acerca del Salvador del Mundo.

Esta promesa decía que en Belén nacería quien iba a ser el Señor de Israel (Mi 5:2). Por lo tanto, se promulgó un censo de parte del Gobernador de Roma para recaudar impuestos y todos tenían que dirigirse a la ciudad de donde provenía su familia. José como era descendiente de David de la ciudad de Belén, por esta razón tuvo que viajar aproximadamente 120 Kilómetros de la ciudad de Nazaret de Galilea a la ciudad de Belén.

Pero todo esto estaba dirigido por el propósito de Dios para que se cumpliese en su tiempo su palabra. La cual decía que de la descendencia de David y en la Ciudad de Belén nacería el Salvador del Mundo (2 Sa 7:12-13; Is 16:5; Jr 23:5; Mt 1:1, 2:6; Lc 1:69, 2:11).

En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra.

Jeremías 33:15

Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad.

Miqueas 5:2

De la misma manera que Dios obró para que en su tiempo se llevará a cabo el acontecimiento más importante en la historia de la humanidad, el cual es que su Hijo Unigénito naciera de una mujer virgen, viviera una vida sin pecado, muriera por los pecados de la humanidad y resucitará al tercer día con el propósito eterno de salvar a todo aquel que creyera en Él (Jn 3:16). Así también obrará en su tiempo en tu vida, para llevar a cabo los planes que tiene para ti.

Pero recuerda que los planes de Dios no son como los planes del hombre. Los planes de Dios son eternos, para guiarte por camino de salvación o usarte como vaso útil para que otros conozcan a Cristo por medio de ti.

Si Dios te dijo que ibas a predicar su palabra, que serias ministro de alabanza o que aquel familiar por quien tanto oras a su tiempo le será revelado Cristo, el Señor lo hará. Pero de ti depende creer, obedecer a Dios y seguir caminando con Cristo.

La Biblia nos muestra muchas personas que en su tiempo vieron las promesas de Dios.

Una de ellas fue Sara, cuando se le dijo que seria de madre a edad avanzada, se cumplió el tiempo vio la promesa (Ge 17:21, 18:14, 21:2).

David cuando fue ungido como rey, en el mismo momento no gobernó sobre Israel, pero en su tiempo vio la promesa (1 Sa 16:1, 11-13; 2 Sa 2:4).

Incluso Ciro un rey persa a quien Dios le reveló al profeta Isaías 120 años antes de que naciera, que lo usaría para hacer volver de la cautividad al pueblo de Israel, para volver a edificar la Ciudad y el Templo, cumplido el tiempo lo hizo (Is 44:26-28; Esd 1:1-2; 2 Cro 36:22-23).

Para concluir esta reflexión, solo me queda decirte confía en Dios, obedécele, espera en Él y en su tiempo lo hará.

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.

Eclesiastés 3:1

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